La invasión

Cuando invaden el cuerpo de una persona de 42 años y le dicen que padece una enfermedad neurodegenerativa, la vida no es que le cambie sino que tiene la sensación de que  se acaba en ese instante, que todos sus sueños se escapan en un suspiro, que ya no podrá hacer con sus hijos, con su familia todo lo que había planeado…

Sí, piensan eso y mucho más, miles de cosas. Pero de repente, sus pensamientos cambian, les miman, les abrazan y les cuentan, susurrando al oído, que la vida son momentos y que esos momentos hay que vivirlos y disfrutarlos.

Aprenden a salir poco a poco de un pozo profundo y oscuro al que les habían arrastrado sus miedos e inseguridades.

Aprenden a decir que NO al no puedo.

Aprenden a decir NO a la autocompasión.

Aprenden a decir NO a la desesperación.

Y lo más importante, aprenden que ese No es un SÍ al presente, a reírse, a bailar bajo la lluvia, a caminar con o sin ayuda, a conocer gente maravillosa que luchan por y para visibilizar su enfermedad…

Aprenden a verme como un compañero de batalla que cuanto más se muevan menos guerra les doy.

Aprenden a transportar dopamina saltándose todas las barreras que les pongo.

Aprenden a levantarse si un día sin querer les empujo al suelo.

Aprenden a contar hasta 10 si les dejo literalmente pegados al suelo.

Aprenden a respirar cuando las noches se transforman en días y meditan para conseguir dormirme…

Aprenden a ir de mi mano aunque sea un mal compañero.

Yo, aunque no lo creas, quiero que me inhibas, que no me dejes hablar, que no me dejes avanzar, que me tires al suelo, que me hagas dormir. Por eso te pido que te quieras y que vivas la vida a tope, sin pensar en mí.

Atentamente

Párkinson de inicio temprano

Leticia Núñez

 

 

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