Autor: Jason Sinclair para Parkinson’s Life
Investigadores en los Estados Unidos han examinado por qué el ejercicio puede ser tan «beneficioso» para las personas con Parkinson, y descubrieron que una hormona específica puede ser la responsable.
Muchas personas de la comunidad con Parkinson comprenden lo importante que es el ejercicio para el manejo de la enfermedad. Desde el boxeo hasta el golf, las opciones son muchas para las personas que desean incorporar más actividad física en su rutina diaria. Pero ¿qué sucede realmente cuando las personas se mueven y por qué puede tener un impacto positivo?
Según un nuevo estudio en Estados Unidos, la respuesta puede estar en la «irisina», una hormona que se produce en los músculos durante el ejercicio.
Un equipo que trabaja entre la Universidad Johns Hopkins, la Escuela de Medicina de Harvard y el Instituto de Cáncer Dana-Faber, Estados Unidos, ha descubierto que la «irisina» podría prevenir la acumulación de proteína alfa-sinucleína. La acumulación de estas proteínas son las que conducen a la muerte de las células cerebrales, por lo que detener su acumulación puede apoyar la debilitación de las células nerviosas y ayudar a aliviar esa acumulación.
Como la irisina se produce de la misma manera en ratones como en humanos, los investigadores crearon un ratón para investigar los efectos de la hormona. Cuando se les inyectó irisina, los modelos mostraron una reducción de hasta un 80% de alfa-sinucleína en su tejido cerebral.
«Los resultados de este estudio sin significativos», comentó la Dra. Khaterine Fletcher, gerente de comunicaciones de investigación de la organización benéfica Parkinson’s UK, «porque sabemos que la actividad física y el ejercicio son beneficiosos para las personas con Parkinson, aunque actualmente no está claro cómo eso afecta a las células y los procesos cerebrales»
¿Opciones terapéuticas para el futuro?
«El estudio arroja algo de luz sobre cómo una hormona producida durante el ejercicio podría estar actuando para proteger de la muerte a las células cerebrales», agregó el Dr. Fletcher.
Si bien los investigadores encontraron que la irisina administrada por inyección atravesaba la barrera hematoencefálica, bloqueando la formación de grupos de alfa-sinucleína, de manera crucial, la hormona no tuvo efecto sobre los monómeros de alfa-sinucleína (molécula pequeñas que pueden unirse), que se cree pueden ser importantes en la transmisión de impulsos nerviosos.
«Dado que la irisina es una hormona peptídica producida naturalmente y parece haber evolucionado para cruzar la barrera hematoencefálica, creemos que vale la pena continuar evaluando la irisina como una terapia potencial para el Parkinson y otras formas de neurodegeneración», dijo uno de los autores del estudio, el Dr. Bruce Spiegelman del Instituto del Cáncer Dana-Farber.
Aunque los hallazgos respaldan el valor terapeútico del ejercicio y la irisina producida de manera natural para las personas con Parkinson, el Dr. Fletcher agregó que «a partir de estos resultados no está claro si el ejercicio puede generar suficiente irisina para tener efectos protectores, o si se usarían otros medios para estimular esta hormona», podría ser ésta una opción terapeútica más realista en el futuro.