El párkinson, enfermedad neurodegenerativa, desordena nuestra vida, la pone patas arriba y nos hunde, sobre todo al principio, en una desesperación que parece dominar nuestra existencia impidiendonos continuar. Afortunadamente cada vez hay más neurocientíficos investigando y realizando estudios sobre cómo podemos continuar viviendo con una cierta calidad de vida haciendo frente a cada uno de los problemas que aparecen. La doctora Araceli Alonso Cánovas, neurólogo en el hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, nos proporciona un documento que puede servirnos de punto de partida para tomar las riendas de esta enfermedad.
Actividades sociales y al aire libre
La compañía e interacción con otras personas, al igual que el contacto con nuestro entorno, son muy necesarios para nuestro bienestar emocional, proporcionan estímulos fundamentales a nuestro cerebro y ayudan a mantener y promover nuestras capacidades cognitivas.
Por el contrario, el aislamiento social y permanecer todo o gran parte del día en espacios cerrados como el domicilio, contribuyen al bajo ánimo, al empeoramiento cognitivo, a los trastornos perceptivos cuando existen (alucinaciones, ideas delirantes, confusión), al trastorno del ciclo sueño-vigilia (dormitar de día, y no dormir de noche), y en general a un empeoramiento global de nuestra salud física y mental.
Algunas ideas son: salir de casa a diario a hacer recados, dar paseos cortos por el vecindario, asistir a servicios religiosos (misa), acudir a centros de mayores o sociales, bibliotecas, involucrarse en actividades de voluntariado, contactar con los servicios de acompañamiento de personas dependientes de los sistemas públicos, consultar en la Junta de Distrito o asistente social actividades a las que pueda inscribirse…
Meditación
Sentarse en una postura cómoda, con la espalda recta. Respirar con los ojos cerrados, por la nariz, alargando inspiración y espiración para comprobar cómo el abdomen se hincha y deshincha, al menos 10 minutos al día. Tratar de volver la atención a la respiración una y otra vez cuando nos distraigamos: el sonido, el movimiento del tórax y el abdomen, etc. No se tarta de poner la mente en blanco, sino de depositar nuestra atención en una única cosa (nuestra respiración), volviendo a ella cada vez que nos demos cuenta de que nos hemos distraído.
Puede ayudar al sueño, ánimo. Con el control de la tensión arterial, la atención, la ansiedad.
Estreñimiento
Fundamental la actividad física diaria. Hidratación: al menos dos litros de líquido al día. Tomar al menos tres piezas de fruta al día de las que son de ayuda, ricas en fibra y agua: naranjas, kiwis, ciruelas frescas entre otros, NO en zumo sino enteras. También son útiles las semillas de lino, las ciruelas pasas, los cereales integrales.
Limitar alimentos astringentes: plátanos, yogures, manzanas, arroz, dulces procesados, bollería
Puede emplear suplementos de fibra a diario, como Plantaban o Cenat. Evitar los laxantes fuertes (movicol, duphalac, etc) que irritan el intestino, producen tolerancia y empeoran la regulación del tránsito digestivo a largo plazo.
Dieta
Favorecer una dieta mediterránea rica en frutas, verduras, pescado (sobre todo azul, pequeño tamaño: sardinas, atún, caballa pescados grasos como el salmón), legumbres, cereales integrales, frutos secos al natural (no fritos ni salados), carnes magras (pollo, pavo, cordero, conejo)
Son positivos los alimentos ricos en antioxidantes y en omega 3: aceite de oliva (crudo sobre todo), nueces, frutas y verduras consumidas crudas, en especial cítricos, uvas, fresas y bayas, crucíferas, verduras de hoja verde, aguacate, semillas de lino, frutos secos, pescado, café, cacao y té.
Limitar en lo posible alimentos ricos en grasas saturadas de origen animal y sustancias proinflamatorias: carne de vacuno, cerdo, mantequillas, margarinas, fritos, snacks…
Limitar el exceso de calorías de la dieta, en especial si el estilo de vida es sedentario y se consume más energía de la que se gasta.
Limitar los procesados, los azúcares e hidratos de carbono refinados, la bollería, dulces.
Evitar el alcohol, no hay beneficios para la salud asociados a su ingesta y puede empeorar la memoria y la estabilidad.
Con P de Párkinson dispone de recetas personalizadas para pacientes con párkinson que puede recibir quincenalmente suscribiendote a nuestra newsletter.
Ejercicio físico
El ejercicio físico diario, sobre todo aeróbico moderado a intenso, es hasta ahora la medida que más beneficios ha demostrado en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y ha demostrado mejoría significativa motora, no motora y en la prevención del deterioro cognitivo asociado a la Enfermedad de Parkinson.
El objetivo de intensidad del ejercicio es llegar a acelerar la respiración y la frecuencia cardíaca sin llegar a extenuarse (poder hablar, pero no poder cantar, por ejemplo). La instauración debe ser progresiva y según tolerancia, deteniendo y modificando el ejercicio si produce dolor.
Algunas estrategias son:
- Caminar a buen paso y un tiempo suficiente (variable según edad y capacidad física, pero con un objetivo de al menos una hora al día)
- Bicicleta estática, elíptica, caminar en cinta permiten mayor intensidad en periodos más cortos (30-40 minutos)
- Para personas con movilidad reducida: ejercicios de pedales con piernas y brazos.
- Como estrategias complementarias: utilizar las escaleras en lo posible, ir a pie a hacer recados y tareas…En personas con poca movilidad que pasan mucho tiempo en casa dar un paseo por la vivienda para evitar estar más de una hora sentados en la misma posición, ejercicios de piernas y brazos sentados y en la cama…
- La actividad al aire libre, lúdica y en compañía de otras personas es especialmente beneficiosa.
- Los ejercicios que incorporan el trabajo de respiración y de flexibilidad como yoga o pilates son especialmente beneficiosos si hay problemas posturales, dolores de espalda o cuello o contracturas cervicales, y pueden ayudar a un mejor manejo del estrés, ansiedad e insomnio.
- En personas de movilidad reducida una rutina de gimnasia suave puede ser de ayuda.
- Los ejercicios de fuerza aumentan la masa muscular y con ello mejoran la composición corporal y el metabolismo en general.