Juntas somos más fuertes
Hola, para los que no me conozcáis me llamo Carmen y soy asturiana. Llevo toda mi vida luchando con este «okupa» que se metió en mi vida sin darle permiso.
Cuando empecé el colegio notaba que mis manos tenían un temblor extraño que los demás compañeros no tenían. Yo por aquel entonces no entendía nada.
Intentaba superarme día a día. Cada vez que tenía una nota en la libreta :»Carmen debes mejorar la letra», procuraba mejorar. Unas veces me salía la letra grande, otras pequeña y obviamente temblorosa… Pero yo, en mi empeño por esforzarme, lo intentaba una y otra vez.
También recuerdo en clase de plástica cuando tocaba hacer dibujo técnico. Lo pasaba fatal. Aunque mi empeño por intentarlo era superior al de tirar la toalla. Sabía que con constancia todo se consigue, pero el dibujo técnico superaba con creces a este «okupa».
Recuerdo como la gente de mi entorno y fuera de él, nos comentaba a mi madre y a mí, que tenía que controlarme. Intentaba alejar el «okupa» de mis manos pero no podía. Me llegué a sentir un bicho raro distinto a los demás. ¿Dónde estaban los demás niños y niñas como yo? Me preguntaba una y otra vez.
Junto a mis padres, fui a distintos especialistas que afirmaban que todo estaba bien. ¿Entonces, qué pasa aquí?, era la pregunta que me venía a la cabeza una y otra vez. No entendía nada. Me miraba las manos y lloraba de noche a escondidas. Cuando me acostaba me preguntaba ¿por qué a mí? Pero en el fondo presentía que el «okupa» no se iba a ir y que tenía que convivir con él.
Fueron pasando los años y el «okupa» seguía conmigo. Me iba haciendo a la idea que él era mi compañero de vida y fui buscando apoyos para los momentos en los que sientes que tienes límites para hacer cosas. Tardas un poco más pero consigues hacerlo.
Por fin llegó el 2010. Ya tenía 19 años cuando mi neuróloga me lo diagnosticó. Y empecé a ver un poco de luz. Ya tenía aceptado que algo no estaba bien en aquellas manos inocentes, y al final las entidades lo aceptaron y dejaron de decir: «Carmen contrólate».
Ahora tengo 31 años y me llevo mi «okupa» al gimnasio, a bailar, a hacer rutas, a viajar… pero sobre todo a disfrutar de la vida cosa que a él no le gusta. Porque es un vago y prefiere estar en la cama deprimido y molestando. Pero como su dueña es más cabezona que él y es una disfrutona de la vida, te aguantas. Ahora me toca darte visibilidad y presumir de ti porque conmigo no vas a poder. Y mucho menos ahora que encontré a mis «bichos raros».
¡¡¡¡JUNTAS SOMOS MÁS FUERTES E INVENCIBLES!!!!
Carmen Tosar González