La depresión y la fatiga en el Párkinson
Nuestra amiga Marta Val escribió este texto hace algunos años. Queremos recordar la delgada línea que une la fatiga, el cansancio, de la depresión. Las fluctuaciones del párkinson nos llevan a veces a la incomprensión de los que nos rodean. Y la depresión aparece con la alevosía de un ladrón que está a la espera de un descuido. Debemos concienciarnos y concienciar a los que conviven con nosotras de la importancia que tiene su ayuda porque luego no podemos encontrar la salida.
Cara: sonrisa, cruz: depresión
Dicen que la enfermedad de Parkinson es muy tendente a la depresión. Yo siempre huyo de estas cosas, ya me vais conociendo, y reivindico que cada uno de nosotros decide si ser feliz o vivir amargado, que todo tiene un punto de vista positivo y que si uno sonríe la vida te sonríe y te sientes mejor. Pero hoy, estos días, estoy flaqueando en mis propios argumentos. Posiblemente mis compañeros de Neurofriendly y los seguidores de nuestros post, se sientan decepcionados por lo que estoy hoy escribiendo y no sé si os gustará este post, pero me arriesgaré…y vosotros diréis.
Mantengo que cuanto más positivo se es y cuanto más sonríes a la adversidad, la enfermedad se acogota y da un pasito atrás. En mi caso, sé que Mr. Parkinson es mezquino y cuando te enfrentas a él, retrocede cual hiena cobarde, enseñando dientes mientras huye. Pero últimamente, bueno hace ya un tiempo, observo que tiene aliados que atacan sutilmente y por la espalda mellando las fuerzas que alimentan la sonrisa que siempre lucha de frente. Es el entorno. Entorno que, prefiero pensar que ignorante, agota tu cuerpo y consume la sonrisa que lucha contra tu enfermedad.
La enfermedad de Parkinson, en estadios tempranos, puede llegar a ser muy evidente o “bien tratada/llevada” y pasar cuasi inadvertida. Con gran esfuerzo los enfermos podemos llevar una vida aparentemente normal, poniendo en marcha todas las estrategias aprendidas. Imagino que os pasa algo parecido a los que padecéis otros trastornos del movimiento (distonía, tics, etc.). Las estrategias son difíciles de aprender, de mantener y de controlar y nuestros terapeutas, con tesón y paciencia, nos ayudan a ponerlas en práctica. Hasta aquí, con esfuerzo y sacrificio, todo bien y aparentamos cierta normalidad y podemos
mantener la sonrisa de la que hablaba, que espanta a la enfermedad. Pero todo tiene su cara y su cruz y la cruz es la que hoy quiero evidenciar.
Cuando la enfermedad da la cara y nos lleva al Off, nuestro entorno se alarma, se preocupa y hace por echar una mano, cada cual a su modo. Pero cuando “estamos bien”, todo se relaja (todos se relajan) y olvidan que estás enferma. Quizá sea mejor hablar en primera persona porque no sé si es compartida mi experiencia, el caso es que es en estos momentos, en que se supone que estoy bien, cuando caen sobre mi todas las tareas y responsabilidades de la casa y la familia y las espaldas se vuelven para dejarme sola ante el peligro. Así, esa sonrisa que estaba preparada con mimo para luchar contra la enfermedad se agota para ponerse al servicio de un día a día que no da tregua ni descanso y acaba con la poca dopamina (la famosa pila) que me queda. Entre el agotamiento y la depresión hay una delgadísima línea roja que se traspasa sin aviso. Y cuando la depresión hace presencia, la sonrisa que espanta a las hienas desaparece.
Sirva mi reflexión para quienes nos quieren apoyar pero olvidan el esfuerzo que hacemos por mantener la sonrisa. Seguiremos intentando espantar hienas, sin dar tregua a los fantasmas.
Marta Val
Neurofriendly, 2018