Y lo vi escrito «Párkinson»

 Soy Pilar, tengo 41 años y estoy afectada por el Parkinson. Estoy casada y soy mamá de  un niño de 14 años y una niña de 7.

Empecé con mi primer síntoma a los 35 años. En ese momento, trabajaba en una fábrica de confección y empecé a notar unos fallos en mis dedos de la mano izquierda, justo en el cambio de temporada, cuando el trabajo de las fábricas es más escaso y te despiden. De repente un día comiendo, intentando cortar un trozo de pollo, veo que me resulta imposible porque los tendones de los dedos no soportaban ese esfuerzo.

 

Pedí cita con mi médico y me comentó que eso se llamaba dedo resorte y que me tendrían que infiltrar. Tras esto me dieron cita con el traumatólogo y algunas sesiones de rehabilitación. En traumatología me dijeron que tenía hiperlaxitud en los tendones. Según el diagnóstico, se trataba de algo genético, para lo que no había tratamiento.

 

Me quedé muy desconcertada y se lo comenté a un amigo fisio y estuve un año con rehabilitación para intentar fortalecer los músculos de la mano. Algo mejoré, pero notaba que tenía que trabajar mucho con la mano, pero los resultados no eran los que esperaba, y tiré la toalla.

 

Por entonces hacía mucho deporte y bailaba zumba y dejé el gimnasio, porque me di cuenta que en el baile el brazo izquierdo no seguía tampoco el ritmo. Ahí empecé a tomar antidepresivos y comencé a fumar.

 

La situación se fue agravando poco a poco. No podía utilizar casi la mano,el brazo no se movía al caminar, la pierna también caminaba rara y el cuello se estaba quedando rígido. De vuelta en el médico, me volvió a mandar a rehabilitación, cosa que no entendí. Le expliqué todo lo que me pasaba y solo se centraba en la mano, que era lo más visible.

 

En rehabilitación, estuve haciendo terapia ocupacional con la mano un mes y se dieron cuenta de que, al intentar coger un objeto me temblaba la mano. Me solicitaron una resonancia de la columna vertebral. Poco después, empecé con dolor de cuello y fui al fisio. Le comenté todo lo que me pasaba y me dijo que lo de la hiperlaxitud no lo veía. Me preguntó si me estaba tratando el neurólogo. Él pensó que podría tener origen neurológico.

 

Así que él fue quien encendió la lucecita y enseguida fui al médico para comentárselo.

 

Y comenzó el infausto 2020.

 

El 7 de Enero sufrió una caída mi padre en la que se fracturó el cráneo y de la impresión de verlo así se me bloqueó totalmente el cuello. En urgencias, me atendieron y me recetaron un relajante muscular que me vino muy bien durante una temporada. 

 

El 10 de Enero, asisto a  recoger los resultados de la resonancia. En el cuello presento desgaste, una hernia y un quiste el la C7 dentro de la médula con el nombre de siringomielia. De este modo, me dieron cita con el  neurocirujano. Mi preocupación fue en aumento, sobre todo después de consultar internet. En esto, llegó la pandemia, pero con los relajantes y el confinamiento estuve  más o menos bien.

 

Un día me llamaron para adelantar la cita de neurología, a finales de mayo.

Una amiga me comentó si iba sola, y le dije que sí. Yo le comenté que iba tranquila y que seguramente no me fuesen a decir nada nuevo, puesto que mi problema era por el quiste, que, al estar en la médula, me pinzaría algo y por eso la parte izquierda no me funcionaba bien.

 

Ella me dijo que de todas maneras me acompañaba.

 

Me estuvieron reconociendo y salí de allí con tratamiento y un montón de pruebas y en esos papeles vi escrito PARKINSON.

 

Salgo y estaba allí mi amiga esperando y le digo: “mira lo que pone aquí”. El informe decía posible E.P. en estudio. Mi amiga me comentó que eso sería para descartar pero claro yo salí de allí con tratamiento.

 

Pues a partir de ahí empecé a conocer lo que era esta enfermedad, que yo pensaba que solamente se daba en personas mayores, que se trataba de temblor, y no hay mucho más.

 

Tengo mucho que contar y tengo ilusión por este blog, aunque no sé si me puede afectar también.

 

Pilar Serrano

 

 

 

 

Scroll al inicio