Mujer reflexiva, mujer valiente

Ser mujer es una gran suerte cuando enfermas con Parkinson. Pierdes muchas cosas, mejor dicho, cambian muchas cosas y, aunque no deseo a nadie que le caiga este mazazo, y mirando con las gafas de la felicidad, aprender de nosotras mismas es toda una experiencia. 

 

Las mujeres tenemos una capacidad de introspección extraordinaria, por eso somos tan críticas con nosotras mismas. Cuando el Parkinson se instala en tu vida, tu cuerpo y tu mente te van poniendo trampas y zancadillas y salir ilesa es un reto que requiere un análisis importante de tus movimientos y pensamientos. Toca pensar para caminar, para escribir incluso, a veces, para tragar o respirar.

 

A vivir deprisa aprendí por culpa de mi vida profesional y ahora, que ya no trabajo fuera de casa, vuelvo vivir despacio, el Parkinson obliga a vivir despacio. Y regreso a la introspección. A esa capacidad y necesidad de repensar mis movimientos, mis pensamientos y mis comportamientos. Esto ayuda infinitamente para la tan necesaria rehabilitación. Recrearse en los movimientos lentos y pensados, como ofrece el yoga o el Tai Chi, reprogramar pensamientos y meditar como ofrece el Mindfulness, son ejercicios generadores de felicidad y bienestar.

 

Ser mujer me ofrece más ventajas. Nuestra “querencia” hacia la familia es un elemento de motivación muy importante. Tener más tiempo para mi familia, aunque me hagan trabajar duro, es para mí un motor de 130 CV. Siento que mis hijos están recibiendo un aprendizaje de vida y respeto a la diferencia que es difícil inculcar cuando no se tienen ejemplos cercanos. En casa mis hijos comprenden mis dificultades con naturalidad. Saben que cuando yo llego al OFF, ellos tienen que ponerse ON y que cuando mi humor se torna desagradable es que estoy demasiado cansada y necesito paz y cariño.

 

Reconozco que recuperar cosas que veía en mi madre y mi abuela, me ayuda mucho. Poner la radio a tope mientras hago cosas en casa y cantar y bailar mientras limpias o cocinas… y qué me decís de aquello de hablar sola. Son los ejercicios de rehabilitación más ancestrales.

 

Recuperar las cualidades de mujer, me ayuda infinitamente a vivir con Parkinson.

 
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