¡Me ha tocado a mi y punto!

No resulta fácil explicar a otros lo que es convivir con el Parkinson. Ni tampoco escribir desde la perspectiva de quien padece la enfermedad, porque mi objetivo no es dar pena, ni lástima.  !Me ha tocado a mí y punto! Expresar mi experiencia es mi catarsis. Compartir con otros lo que es mi vida con el Parkinson, ese otro ser que cohabita en mí.

Al despertar cada mañana me doy cuenta de que otra noche más él ha tomado el control de mi cuerpo. No puedo moverme, me duele todo el cuerpo, especialmente la espalda. La rigidez con la que despierto me lo confirma. Hay veces en la que me despierta el dolor de mi oreja aplastada, durante mucho tiempo, entre la almohada y mi cabeza. Otras, en las que el simple acto de girarme en la cama, me obliga literalmente a casi sentarme para hacerlo. Me he acostumbrado tanto a esto que vuelvo a dormirme después de corregir la postura.

Tengo la suerte de que aún los sueños son míos, ¡cuando recuerdo lo que sueño!. Hay quienes tienen sueños vividos, hablan mientras duermen o dan patadas y golpes, yo aún no he pasado esa fase ni sé si la tendré.

Suena la alarma del teléfono, aunque ya estoy despierta, y lo hace para recordarme que he de comenzar con la primera pastilla de la mañana. Media hora después tres más. Aún no me levanto he de esperar media hora, quizás una, para sentir el efecto de las pastillas en mi cerebro.

No sé por qué hay mañanas en las que se obstina en no marcharse y es el pie izquierdo el que me lo confirma. Se contrae el puente, se doblan dos dedos y el pie se gira hacia el interior, si he de ir al baño camino con el pie en esta postura. Muchas veces sin quitarme el pijama me pongo las zapatillas para obligarle a colocarse correctamente. Otras técnicas que uso son, colocar una cuenta de collar medianamente grande entre los dedos del pie y de esta manera hacer que mi cerebro tome conciencia del pie, o hago ejercicios de relajación. Aún no me he levantado de la cama.

Son las nueve y media, ya soy yo quien dirige este maravilloso cuerpo, Mis neuronas responden a mi deseo y los nervios y músculos lo ejecutan, mi cerebro es el director. ¡Qué maravilloso es sentir que ahora eres sólo tú!

Es hora de moverse, ducharse, desayunar, escuchar a las noticias mientras me visto, oír música y ponerme en marcha. Ponerme en marcha significa hacer todo aquello que implique movimiento, nadar, ir al gimnasio caminar, regar las plantas, barrer, ir al supermercado….Tengo que disfrutar de las horas de las que sigo siendo yo y en las que aún tengo el control de mi cuerpo y de mi vida.

Me gusta escribir, esto lo en descubrí a partir de la enfermedad. Suelo decir que escribir es mi liberación, porque como consecuencia del dolor que me causó el diagnostico he podido descubrir que tengo muchas cosas que hacer aún. Escribir me ayuda a mantenerme activa mentalmente.

No me resulta fácil escribir a mano, pero otros días no es fácil en el portátil, así que intercalo el bolígrafo con el teclado.

Si pueden hacerlo a que esperan, aunque digan que no saben escribir bien, nadie pretende ser Benito Pérez Galdós, sólo te ayudará a liberarte, a expresar todo lo que llevas dentro y pesa como una mochila.

Escribir tiene para mi el mismo efecto que el yoga, cuando escribo sólo escucho las palabras que se dictan en mi cabeza, no llegan otros pensamientos, estoy ahí en ese momento. Lo mismo me ocurre al pintar, pero al pintar los sonidos desaparecen aún más. El cerebro descansa, se relaja, sólo te concentras en el papel y en el color que lo definirá como una buena obra o no.

Además llevar un diario de nuestra enfermedad no estaría nada mal, nos ayudaría a ver cuándo, qué y cómo se siente mi cuerpo y responde ante nuevos síntomas, cambios de humor, cansancio,..

¡Venga empieza hoy!

 

Scroll al inicio