El martirio invisible que atenaza el cuerpo y la mente de Sonia: párkinson

El médico le dio una noticia buena y otra mala. Primero le aseguró que su enfermedad no era mortal y, acto seguido, le confirmó que su problema se llamaba párkinson. Cuando recibió el devastador diagnóstico había cumplido 35 años y no hacía ni dos meses que Sonia Soriano había sido madre por segunda vez.

Recogió su alma rota del suelo y la guardó en una mochila de la que no se desprendió jamás. Desde ese día, ha aprendido a vivir con la carga que le impide trabajar y realizar las tareas domésticas, aunque sin perder la esperanza de estar al lado de su familia y de luchar contra el dolor crónico o ‘martirio invisible’ que atenaza su cuerpo.

Sonia echa de menos peinar a su hija o llevarla a clase y agradece a sus padres la asistencia diaria que le ofrecen para que la pequeña tenga una infancia digna -sus progenitores incluso se fueron a vivir con ella–. Su formación de psicóloga le ha ayudado a ver las cosas de otra forma, pero confiesa que es «como viajar en una montaña rusa. Por la mañana no puedes levantarte y sólo logras la movilidad del cuerpo y de la mente cuando tomas todas las pastillas».

«Las mujeres asumen que primero deben ocuparse de sus familias, especialmente cuando tienen hijos o padres a su cargo y, luego, comprueban que no existen transportes públicos adaptados para los diferentes grados de discapacidad o Dependencia. Por fuera poco, cualquier avance de este tipo suele implantarse en las grandes ciudades, mientras que las zonas rurales siempre quedan olvidadas: «Por eso, viviendo en Buñol me siento, muchas veces, ciudadana de segunda y así se lo he manifestado a muchos políticos», apunta.

 

Seguir leyendo aquí  (El Mundo, 5/12/20)

 
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