Del brazo derecho al pie izquierdo
Tenía cuarenta y ocho años, me sentía aún joven, a pesar de que me decían que por la edad me sería difícil encontrar empleo.
Aquel trabajo me dejó agotada y el dolor del hombro derecho me estaba matando. Había pasado por dos traumatólogos y seguía igual. Las visitas al fisioterapeuta me calmaban el dolor un tiempo, pero acababan por volver.
– ¿Por qué no mueves el brazo? Me preguntó mi madre, mientras paseábamos por aquella playa
de arena fina y dorada.
– No lo sé. Es como si no recibiera la orden del cerebro.
– Mama, ¿bates las claras con la mano izquierda?, preguntó mi hijo mayor
– No sé por qué.
Me senté frente al ordenador, como tantas otras personas que buscan orientación, y tecleé
Google.
– A ver … “no mover brazo derecho, cansancio”, buscar, “brazo no se mueve cuando camino, el
cerebro no da la orden”, buscar, “lentitud de movimientos, me duermo en cualquier sitio”,
buscar…
Las opciones que me ofrece el buscador no me gustan, esclerosis múltiple, ictus, traumatismo
cerebral…. No, eso no me puede pasar a mí.
¿Qué me pasa? Yo me encuentro cansada, muy cansada. No me atrevo a decir que me he babado
hablando por teléfono.
Me justificaba a mí misma diciéndome que estaba cansada como tantas mujeres, madres y
trabajadoras, lo del hombro era una tendinitis, necesito descansar, eso me hará sentir mejor. Los
especialistas me confirmaron que era una tendinitis en el hombro, porqué iba a ponerlo en dudas. Tres
infiltraciones.
– Mañana voy mi doctora del centro de salud.
Una semana después llegó esa mañana. Me había levantado preocupada, nada me hacía
suponer lo que viviría el resto del día. Me vestí y arreglé con la intención de ir de compras
después, craso error.
Le conté lo que me ocurría sin darle importancia a lo que me pasaba, o eso creía yo.
– Sigo con el dolor del hombro, he dejado de mover el brazo. Estoy tan cansada que ni escribir
puedo porque hago la letra muy chiquita.
– ¿Desde cuándo haces la letra así? ¿Por qué no me lo habías comentado? Te voy a hacer un
parte para que te atiendan en urgencias ya.
– Pensaba irme de fin de semana al sur, es mi aniversario de boda.
– Vale, descansa. Pero sin falta , el lunes temprano al hospital.
El lunes, a primera hora de la mañana, estaba en urgencias del hospital.
– Cariño, son las nueve de la noche. Estoy cansada y aún no ha llegado el neurólogo, le dije a mi
marido. Llevo todo el día en esta camilla, estoy cansada y no he comido nada.
– Me han dicho que ya baja. Por lo visitó han estado muy liados.
Todo el día en aquella camilla, recordé varias veces que no había dejado el almuerzo
preparado y todo lo que tendría que hacer al día siguiente.
Al cabo de un momento se presentó la neuróloga acompañada de un joven médico residente.
Después de disculparse por el gran retraso, me realizaron un examen físico para comprobar el
funcionamiento neurológico del cuerpo.
– Saque la lengua, muévala a la derecha, la izquierda. Sigue con la mirada el dedo.
– Unos golpecitos en las rodillas, codos y tobillos. Y comenzaron las preguntas.
– ¿Cuándo dejaste de mover el brazo? ¿Desde cuándo estás cansada? ¿Has notado si te ha
desaparecido alguna arruga? ¿Cuándo comenzaste a escribir con la letra pequeña?…
– Ahora camina por el pasillo, gira, levanta los brazos, cierra y abre las manos, mueve los dedos
así, golpea el suelo con un pie luego con el otro, cierra los ojos, abrelos…
– Te vamos a hacer una resonancia magnética.
– Once de la noche.
– Te quedarás ingresada
Era incapaz de pensar en porqué me quedaba ingresada, No había comido nada en todo el
día, tampoco me importaba, sólo quería dormir. A pesar del cansancio, apenas dormí, pero
tampoco me sentí preocupada. El cansancio no me dejaba pensar.
A la mañana siguiente visitas médicas y comienzo de pruebas que terminarían por confirmar el
diagnostico once días después.
– Tiene usted Parkinson. ¡Plaf! Un jarro de agua fría. ¡No! Un palo de agua fría.
La incredulidad con la que le miré, la confusión en mi cara, hizo que volviera a repetir la
misma frase.
– Tiene usted Parkinson. Una enfermedad neurodegenerativa, crónica y que afecta al movimiento.
¡Qué daño pueden hacer lo videos de Youtube! La primera imagen que se me pasó por la
cabeza fue una entrevista que le hicieron a Mickel J. Fox.
– ¿Acabaré yo igual?, pensé
Visita de familiares y amigos, lágrimas al estar a solas, dolores de cabeza como nunca,
pensamientos de futuro, incertidumbre y muerte.
El regreso a casa no fue mejor, más lágrimas, más miedo, cansancio, dormir, … sólo dormir.
No sé cuanto tiempo pasé en aquel estado, vivía ajena a todo lo que no fuera yo. La rutina y
las ganas de no hacer nada.
– No hagas esto. No salgas sola. Ten cuidado al bajar las escaleras.
– No busques en internet, olvídate.
– No llores, tranquila
– Ya verás que estarás mejor
Las mañanas solía estar sola, salvo los momentos en que venía mi madre a verme, y aprovechaba
para volver a consultar en el ordenador.
Guardar como borra
– Google, … parkinson mujer síntomas esperanza de vida
Un día, no sé de qué día, me visitó mi hermana.
– ¡Basta ya! Todos tenemos que morir de algo. Levántate que vamos a pasear.
No recuerdo cuanto tiempo pasó, sólo sé que en mis recuerdos hay un espacio en blanco
Del brazo derecho al pie izquierdo
Tenía cuarenta y ocho años, me sentía aún joven, a pesar de que me decían que por la edad me sería difícil encontrar empleo.
Aquel trabajo me dejó agotada y el dolor del hombro derecho me estaba matando. Había pasado por dos traumatólogos y seguía igual. Las visitas al fisioterapeuta me calmaban el dolor un tiempo, pero acababan por volver.
– ¿Por qué no mueves el brazo? Me preguntó mi madre, mientras paseábamos por aquella playa
de arena fina y dorada.
– No lo sé. Es como si no recibiera la orden del cerebro.
– Mama, ¿bates las claras con la mano izquierda?, preguntó mi hijo mayor
– No sé por qué.
Me senté frente al ordenador, como tantas otras personas que buscan orientación, y tecleé
Google.
– A ver … “no mover brazo derecho, cansancio”, buscar, “brazo no se mueve cuando camino, el
cerebro no da la orden”, buscar, “lentitud de movimientos, me duermo en cualquier sitio”,
buscar…
Las opciones que me ofrece el buscador no me gustan, esclerosis múltiple, ictus, traumatismo
cerebral…. No, eso no me puede pasar a mí.
¿Qué me pasa? Yo me encuentro cansada, muy cansada. No me atrevo a decir que me he babado
hablando por teléfono.
Me justificaba a mí misma diciéndome que estaba cansada como tantas mujeres, madres y
trabajadoras, lo del hombro era una tendinitis, necesito descansar, eso me hará sentir mejor. Los
especialistas me confirmaron que era una tendinitis en el hombro, porqué iba a ponerlo en dudas. Tres
infiltraciones.
– Mañana voy mi doctora del centro de salud.
Una semana después llegó esa mañana. Me había levantado preocupada, nada me hacía
suponer lo que viviría el resto del día. Me vestí y arreglé con la intención de ir de compras
después, craso error.
Le conté lo que me ocurría sin darle importancia a lo que me pasaba, o eso creía yo.
– Sigo con el dolor del hombro, he dejado de mover el brazo. Estoy tan cansada que ni escribir
puedo porque hago la letra muy chiquita.
– ¿Desde cuándo haces la letra así? ¿Por qué no me lo habías comentado? Te voy a hacer un
parte para que te atiendan en urgencias ya.
– Pensaba irme de fin de semana al sur, es mi aniversario de boda.
– Vale, descansa. Pero sin falta , el lunes temprano al hospital.
El lunes, a primera hora de la mañana, estaba en urgencias del hospital.
– Cariño, son las nueve de la noche. Estoy cansada y aún no ha llegado el neurólogo, le dije a mi
marido. Llevo todo el día en esta camilla, estoy cansada y no he comido nada.
– Me han dicho que ya baja. Por lo visitó han estado muy liados.
Todo el día en aquella camilla, recordé varias veces que no había dejado el almuerzo
preparado y todo lo que tendría que hacer al día siguiente.
Al cabo de un momento se presentó la neuróloga acompañada de un joven médico residente.
Después de disculparse por el gran retraso, me realizaron un examen físico para comprobar el
funcionamiento neurológico del cuerpo.
– Saque la lengua, muévala a la derecha, la izquierda. Sigue con la mirada el dedo.
– Unos golpecitos en las rodillas, codos y tobillos. Y comenzaron las preguntas.
– ¿Cuándo dejaste de mover el brazo? ¿Desde cuándo estás cansada? ¿Has notado si te ha
desaparecido alguna arruga? ¿Cuándo comenzaste a escribir con la letra pequeña?…
– Ahora camina por el pasillo, gira, levanta los brazos, cierra y abre las manos, mueve los dedos
así, golpea el suelo con un pie luego con el otro, cierra los ojos, abrelos…
– Te vamos a hacer una resonancia magnética.
– Once de la noche.
– Te quedarás ingresada
Era incapaz de pensar en porqué me quedaba ingresada, No había comido nada en todo el
día, tampoco me importaba, sólo quería dormir. A pesar del cansancio, apenas dormí, pero
tampoco me sentí preocupada. El cansancio no me dejaba pensar.
A la mañana siguiente visitas médicas y comienzo de pruebas que terminarían por confirmar el
diagnostico once días después.
– Tiene usted Parkinson. ¡Plaf! Un jarro de agua fría. ¡No! Un palo de agua fría.
La incredulidad con la que le miré, la confusión en mi cara, hizo que volviera a repetir la
misma frase.
– Tiene usted Parkinson. Una enfermedad neurodegenerativa, crónica y que afecta al movimiento.
¡Qué daño pueden hacer lo videos de Youtube! La primera imagen que se me pasó por la
cabeza fue una entrevista que le hicieron a Mickel J. Fox.
– ¿Acabaré yo igual?, pensé
Visita de familiares y amigos, lágrimas al estar a solas, dolores de cabeza como nunca,
pensamientos de futuro, incertidumbre y muerte.
El regreso a casa no fue mejor, más lágrimas, más miedo, cansancio, dormir, … sólo dormir.
No sé cuanto tiempo pasé en aquel estado, vivía ajena a todo lo que no fuera yo. La rutina y
las ganas de no hacer nada.
– No hagas esto. No salgas sola. Ten cuidado al bajar las escaleras.
– No busques en internet, olvídate.
– No llores, tranquila
– Ya verás que estarás mejor
Las mañanas solía estar sola, salvo los momentos en que venía mi madre a verme, y aprovechaba
para volver a consultar en el ordenador.
Guardar como borra
– Google, … parkinson mujer síntomas esperanza de vida
Un día, no sé de qué día, me visitó mi hermana.
– ¡Basta ya! Todos tenemos que morir de algo. Levántate que vamos a pasear.
No recuerdo cuanto tiempo pasó, sólo sé que en mis recuerdos hay un espacio en blanco