Compaginar nuestra vida con esta nueva realidad

 Rosalía de Castro, poeta gallega del siglo XIX, escribió un poema titulado Negra sombra. A lo largo de los años se le han dado múltiples interpretaciones; las más frecuentes hacen referencia al dolor, la enfermedad e, incluso, la depresión. Rosalía escribe sobre una sombra perenne que no desaparece ni siquiera cuando luce el sol. Algo así es el párkinson.

 

Al leer las historias de las mujeres de Con p de párkinson, es fácil observar que todas nos enfrentamos a sombras parecidas. Comunicar nuestro diagnóstico a familiares y amigos, preocuparnos por cómo vamos a compaginar la vida familiar con esta nueva realidad y angustiarnos por nuestro futuro profesional, así como por el modo en que reaccionarán jefes y colegas, son solo algunos ejemplos.

En mi caso, tuve que decírselo por teléfono a mis padres, a un océano de distancia. Me acompañaba una buena amiga, que pudo retomar la conversación cuando yo ya no podía hablar de la congoja. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. En cuanto a mi vida profesional, tengo un trabajo seguro en unas condiciones inmejorables, que incluso ponen a mi alcance a algunos de los mejores médicos del mundo.

16 de mayo de 2016: ese fue el día D, de diagnóstico. Crucé en ferry a mi barrio y me senté en un banco al sol. Desde el principio, tuve algo claro: no ocultaría mi discapacidad y haría todo lo posible para concienciar a los que me rodeaban. Después de hablar directamente con los más cercanos, en febrero de 2017 usé los medios sociales para «salir del armario del párkinson». Las muestras de cariño, apoyo y afecto fueron innumerables. Cada vez que releo esos mensajes, se me hace un nudo en la garganta.

Algo que me costó admitir fue que necesitaría ayuda de vez en cuando. Me atrevería a decir que las mujeres de mi generación hemos aprendido a ser fuertes, independientes e imparables. Cuando nos encontramos ante una «sombra» y nos damos cuenta de que precisamos que nos ayuden en algo, podemos sentirnos un poco como un fraude. Así pues, tuve que aprender no solo a pedir ayuda, sino también a recibirla.

Mis versos preferidos de Negra sombra son: «i eres a estrela que brila, i eres o vento que zoa» (en castellano, «y eres la estrella que brilla, y eres el viento que zumba»). Quizás porque todas podemos ser estrella, podemos ser luz para otras personas con párkinson; al mismo tiempo, podemos ser viento, el que hincha las velas y mueve los barcos.

P. D.: Hay mil versiones musicales de Negra sombra, la más conocida es la de Carlos Núñez y Luz Casal, de la banda sonora de Mar adentro. Una de las más recientes, incluida en un especial durante la pandemia de COVID-19, es de Cristina Pato y Rosa Cedrón.

Scroll al inicio