Psicología del/de mi duelo

Al recibir mi diagnóstico sentí una dura/cruda sensación de pérdida. Según el modelo de Kübler-Ross las etapas tras una pérdida son 5: negación, ira, negociación, depresión, aceptación. Según otro/mi modelo la primera etapa fue muy corta. No podía negar algo que me estaba pasando hace (demasiado) tiempo. Ahora todo tenía sentido. No podía creerlo. Pero (ahí) entendí todo. Sin embargo me negué a medicarme (en un principio). Algo de negación hubo.Voló transatlánticamente mi mamá (a abrazarme fuerte). Recibí muchos abrazos. Pero (justo) ese era/fue especial. Me vino bien/necesitaba volver al útero. Oscuridad. Calor. Agua tibia. En la segunda etapa más que ira experimenté gratitud/aislamiento. Un mes antes del diagnóstico, sin yo buscarle, apareció mi nidito/hogar. Un lugar en lo alto (luminoso/soleado). El hogar que comparto con mi mismidad. Cielo. Mar. Gracias. Agradecí mucho a las/mis diosas. Insisto, más que ira, lo mío fue agradecimiento por tener un sitio maravilloso para mi/el aislamiento. Era el lugar perfecto para refugiarme/replegarme y así preparar(me para) pasar a la tercera etapa. La negociación.  Negociar me gusta. Me divierte/entretiene. Tiene que haber una pizca de picardía en la negociación. Guiño. Guiño. Y otra pizca de información. Durante esta etapa investigué mucho sobre los factores que interfieren en el proceso de la neurodegeneración/muerte neuronal. Todo al final es un exquisito equilibrio. Un poco de esto, otro poco de aquella, uno que te doy, otra que me llevo. Negocié (conmigo misma) que haría todo lo que estuviera a mi alcance para evitar/frenar ese proceso. Cambiar mis hábitos, mis “vicios”, mis pensamientos, mis (re)acciones. Todo patas para arriba. No supe por donde empezar. Me deprimí [cuarta etapa] mientras me centraba en estudiar. Estudié mucho. Me enfoqué. Cambié el foco. Me centré en mi bienestar. Acepté mi realidad y me sentí orgullosa de mi modo de estar/lo que estaba haciendo en la vida. Y sin quererlo llegó a la quinta etapa. Debajo de esta cascada dejo ir mis penas. Fluyen barranco abajo. Y acepto que hay cosas que no elegí/puedo cambiar. Pero otras si. Acepto y ya (no) duele (tanto) menos.Lucía Ferro

Scroll al inicio