No te he reconocido

¡Cuánto dolor nos causa esa simple frase a una mujer con párkinson! En ese momento, sin querer, tu amigo, amiga, familiar, compañera, sobre todo si viene de alguien a quien tú quieres,  te causa un dolor intenso, un bofetón de realidad.

Y si habías bajado la guardia sobre el deterioro físico y psíquico, con los trastornos motores y no motores que causa en nosotras el párkinson, vuelve de pronto a tu cabeza, a la velocidad de la luz,  todos esos síntomas que nuestro amigo, amiga resumió con NO TE HE RECONOCIDO.

No te he reconocido, pensará. Y no te dirá nada porque vas cojeando, o porque tienes dolores y se refleja en tu expresión, o porque tienes cara de máscara, o porque tiemblas, o porque no llevas tacones, o porque vas cómoda con zapato bajo, o porque no sonríes como antes, porque no estás tan ágil…

 Porque tú, la de antes, ya no eres la misma.

 Por eso contestas:  No me reconoces porque no soy la misma persona, ni por dentro ni por fuera. Pero si miras donde siempre, adentrándote en mi dolor, en mi cansancio, encontrarás mi alma idéntica. Ahí sigo yo.

Y veras que hasta soy mejor. Más paciente, más cariñosa, menos egoísta, más compasiva, más amable, porque me he desprendido de todo lo superfluo y he entendido que excepto el amor, todo lo demás es prestado.

Carmen Rodríguez

Scroll al inicio