Mis hijos

Tengo 3 hijos y cada uno es diferente. Siempre he oído eso de hijos educados en la misma casa, son totalmente distintos. Cada uno compone su mundo a su manera e interpreta lo que le rodea a su gusto. Cuando miré a mis hijos al nacer tuve la sensación de que ellos me conocían, pero para mí eran perfectos desconocidos. Los he ido conociendo según crecían y he podido observar cómo cada cual ha incorporado a su vida mi enfermedad.

Mi hija mayor me recuerda sana y vital. Ante mi enfermedad ella tomó la actitud de no darme guerra, no ser una carga y no dar disgustos. Ella tenía unos 13 años cuando me diagnosticaron párkinson. Me conoció trabajando y tirando de la familia, y ahora se adapta a mis ritmos, pero me anima a superarme intentando emular lo que fui. Es una mujercita responsable, buena estudiante y súper deportista. Es motivador.

Mi hija pequeña, casi no me recuerda sana. Me mima en mis OFF y me estimula en mis ON. Sabe cuando estoy mal y cuando bien y me da o me demanda según me vea. Me quiere y me respeta sin más tal como soy. Es gratificante.

Mi hijo mediano, es un crack; listo, curioso, inquieto… Pero le cuesta entender que yo no soy una madre “al uso”. Recuerda mi etapa profesional, pero no entiende que dejase de trabajar. Dice que ahora soy “ama de casa”, con cierto menosprecio. Él me reta y me cuestiona, como si mi valor como madre fuese menor. Yo ya no puedo echarme al suelo a jugar con él, no construyo casas en un árbol, no trepo montañas… Ya no soy una súper mamá, y lo echa de menos.

Mi mediano” se sorprende cuando los amigos alaban mi valentía, o mi capacidad de superación. Para él yo he dejado de ser quien era y creo que en su interior siente algo de rabia. Me toca trabajar con él esa frustración.

Nuestros hijos tienen su personalidad y su forma de entender la vida. Pese a ser educados “parecido”, son diferentes. 

Supongo que no es fácil ser hijo de una madre con Parkinson de Inicio Temprano.

Scroll al inicio