Hacía bastante que lo sentía y notaba cerca de mí  ¿Qué o quién era? 

Me tocaba por la espalda, podía sentirlo detrás. ¿Quién es?, estaba cerca pero no lo veía.

Un día de abril, sin esperarlo me lo presentaron. Fue algo extraño, era invisible me dijeron y que podría sentirlo.

Tenía un nombre que me sonaba, alguna vez lo había escuchado. “A partir de hoy, estará y te acompañará para siempre”.

¿Cómo? me dije…

No tengo porque aceptar a alguien en mi vida que no conozco de nada … y ¿para siempre?.

Bueno, reconozco que soy una persona que no suelo rechazar a nadie, ¿pero alguien que me molesta y encima no puedo ver?

Poco a poco aparecía en mi vida todos los días. Comenzó dándome tirones en la pierna. Se agarraba a ella y no me dejaba andar, otras veces en el brazo. Yo intentaba sacudirlo pero aún se aferraba más a mi cuerpo. ¡ Me haces daño! Le gritaba alguna que otra vez.

Con el paso de los días, como es evidente fue creciendo. Cada vez su peso fue haciéndose mayor.

Tengo que estar muy pendiente de él, como si de un niño se tratara y decidí adoptarlo y ponerle nombre, ya que estaría conmigo para siempre. “Peka” lo llamé.

No le gustan los espacios abiertos, con mucha gente. Se pone nervioso, a veces, tengo que irme de donde esté. He descubierto que le gusta la música y el baile, así como el movimiento.

Cuando quiero descansar, me llama y no me deja tener que levantarme. Intento que su alimentación sea sana, para que crezca sin ponerse gordito y no me pese ya que tengo que llevarlo encima.

Es como si de una mochila se tratase, que la cargo, invisible, que no puedo soltar.

Y cuál fue mi sorpresa?

Existía gente que hablaba de ello, no se avergonzaban de decir que tenían un amigo invisible, y eran mujeres igual que yo. Me puse en contacto con ellas, llevaban mucho más tiempo que yo. Me enseñaron a cuidarlo, algunas de ellas eran pequeñas, otras grandes. No se parecían.

Quedamos muchas veces ( como si de una reunión de madres se tratara) y hablamos de nuestros amigos adoptivos invisibles, para tratar de llevarlos con la mejor normalidad posible.

Inma García

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