A veces somos reticentes a tratar una perspectiva de género en nuestro día a día, que en nuestro caso, lo ocupa en gran medida, la enfermedad de Parkinson. Tendemos a confundir el analizar una perspectiva de género, con culpabilizar únicamente al género masculino de una diferencia real, así como victimizar a la mujer, por el sólo hecho de tener este género, provocando un rechazo hacia un estudio, que realizado de manera seria y objetiva, sólo puede reportar beneficios.
Si bien, desde una cuestión fisiológica, aceptamos que hombres y mujeres somos diferentes y que por tanto, los estudios respecto a medicaciones y tratamientos deberían estar diferenciados (aunque en la realidad, la mayoría de investigaciones no han tenido en cuenta la cuestión de género), es cierto también, que nos cuesta admitir que una cuestión psicológica respecto a cómo nos afecta y tratamos la enfermedad de Parkinson, puede estar también relacionada con el género.
Cada día está más constatado que los ciclos menstruales, embarazos, menopausia y hormonas en general, interfieren en cómo se desarrolla y se vive esta enfermedad y en la eficacia o no de la medicación que la trata. Es aquí donde se refleja el papel, cada vez más importante, de que las investigaciones se realicen con perspectiva de género, para que se afine más en los tratamientos.
Así mismo, si en lo emocional y por consiguiente, psicológico, tomamos consciencia de cuestiones de género que se dan, será más sencillo el trabajar en ellas, para que la calidad de vida general, mejore, tanto en hombres, como en mujeres.
Igualmente tendríamos que analizar la cuestión social, que existe, desde que está demostrado objetivamente que existe una desigualdad de género. Si los datos de brechas salariales entre hombres y mujeres, en detrimento de las últimas, de tasas de paro, superiores en el caso de mujeres, de dedicación superior de las mujeres al cuidado, de manera no remunerada y un largo etc…de desigualdades sociales, están más que demostrados, la experiencia nos dice que cuando se da una mayor vulnerabilidad, en este caso, provocada por una enfermedad, las desigualdades aumentan y se vuelven más severas.
Desde la Asociación Navarra de Parkinson (Anapar) y dentro del grupo de trabajo que se ha formado de mujer y Parkinson, del que formo parte, se han trasladado datos que me parecen importantes para analizar.
El Departamento de Salud facilitó a Anapar el dato de personas afectadas por la enfermedad de Parkinson del año 2020 en Navarra, tratadas en el sistema público, no muy lejano a la cifra de 2.000. Como dato, este Departamente también facilitó que esta enfermedad en Navarra afecta de manera muy parecida entre hombres, 51,06% de la cifra, frente al 48,94% de mujeres.
Siendo prácticamente igual el número de hombres y mujeres afectadas, el dato cambia respecto al número de socios y socias de Anapar, situándose en 104 hombres (58,78%), frente a 73 mujeres (41,25%) y más todavía respecto a socios y social que realizan actividad semanal, 58 hombres (65,17%) y 31 mujeres (34,83%).
Estos datos objetivos vienen a reflejar dos cuestiones. Los hombres se siguen moviendo más en ámbitos más públicos, mientras que las mujeres lo hacemos en ámbitos más privados, o nos cuesta más los públicos, así como que el autocuidado, las mujeres no lo tenemos tan integrado como lo hombres.
Si nos planteamos que estos datos pudieran estar influenciados por los servicios que presta esta Asociación, todavía me reafirmo más en las conclusiones, puesto que actividades ofrecidas, como pueden ser yoga y baile, normalmente más practicadas por un público femenino, en esta Asociación siguen siendo más utilizadas por un público masculino, al igual que la mayoría de actividades ofertadas.
El recorrido iniciado al organizar desde Anapar un grupo de trabajo de mujer, ha comenzado con la oferta de un grupo de reunión y apoyo a mujeres con Parkinson. Este nuevo grupo pretende un intercambio de emociones y análisis con perspectiva de género, que nos ha planteado ya cuestiones tales como el alto coste psicológico que nos supone en general a las mujeres el pasar de cuidadoras a cuidadas, o los efectos que pueden suponer en hombres con enfermedad de Parkinson, en determinadas situaciones, sobre protegidos o cuidados, que pueden hacerles sentirse anulados.
El debate está servido, que es lo importante.
Ana Cristina Sada Urabayen (enferma de Parkinson y miembro del grupo de trabajo de mujer de la Asociación de Parkinson en Navarra y colaboradora de Con P de Párkinson ).
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