Recientemente hemos conocido a Conchi, una maravillosa mujer de un pueblecito a algo más de 60 kilómetros de Córdoba; Moriles, conocido por su delicioso vino. Conchi ha sido una mujer valiente y trabajadora. Marchó joven de su pueblo para ganarse la vida. Vivió en Barcelona, Palma de Mallorca,… trabajando en hostelería, hasta que regresó a Moriles para instalarse definitivamente.
Con 52 años fue diagnosticada de párkinson, aunque sus síntomas se remontaban a años atrás, pasando por ese periplo de especialidades ante la incredulidad de los propios médicos de que una mujer joven padezca párkinson. Hasta que se topó con un neurólogo experimentado y especialista en trastornos del movimiento, que reconoció su enfermedad nada más traspasar la puerta de la consulta. “Pero, ¡cómo vienes, mujer!” la dijo. Reconoció en Conchi un párkinson bastante avanzado y la prescribió tratamiento farmacológico de manera inmediata.
De eso hace más de 9 años, y Conchi convive con un párkinson bastante agresivo que hoy limita mucho su vida cotidiana. Camina con andador, sus manos obedecen torpemente y tiene muchos de esos síntomas no motores tan desagradables: problemas de deglución, dificultad para centrar la mirada, ansiedad, insomnio, pesadillas, sueños vividos y terrores nocturnos, alucinaciones, lapsus de memoria, dificultad para recordar algunas palabras o nombres…
Ha llegado al límite de la medicación permitida y ha comenzado con inyecciones de apomorfina, ya que, por su evolución, no es candidata a DBS.
Todo ello viviendo en un pueblo de menos de 4.000 habitantes, donde no hay noticia de ninguna otra persona con párkinson, con recursos terapéuticos CERO y a más de una hora de camino en coche hasta llegar a Córdoba para sus revisiones neurológicas o acceso a los recursos que necesita. Cada vez que tiene que ir a la capital, echa el día entero. Conchi ha aprendido sola sobre su enfermedad y ha indagado e investigado buscando explicaciones, consejos, trucos, para convivir con Mr. Parkinson lo mejor posible.
Hace unos tres años una dura enfermedad se llevó a su compañero de vida. Durante el un largo año Conchi cuidó de él cada instante, como lo él había hecho siempre con ella.
Sacó fuerzas para hacerlo, pese a su enfermedad que avanzaba con fuerza. Su único hijo, vive cerca de su madre y la visita cada día, pero, como es natural, ya vive su vida con su mujer y su trabajo. El resto de la familia, como suele ocurrir, se cansa de esta enfermedad tan larga. Se comprende, porque todo agota y mucha gente se distancia.
Conchi ha ido adaptándose a los acontecimientos con la actitud más positiva que se puede tener. Participa de las actividades de su pueblo como la que más, colabora en la elaboración de dulces con sus amigas, ayuda en lo que puede a su cofradía y, como es una mujer tan cariñosa y positiva, todo el mundo está dispuesto a llevarla y traerla a donde necesite, incluso el párroco, muchas veces la acerca a casa tras las actividades parroquiales o tras las catequesis. Conchi ha sabido aprovechar las ventajas de vivir en un entorno rural, porque las personas son más cercanas, la vida en comunidad es más real y siempre hay una mano amiga dispuesta a echarte un cable, hacerte una visita o acompañarte a alguna escapada. Sus vecinos no saben qué es eso del párkinson, pero han aprendido a reconocer en la cara de Conchi, cuando “se acerca el momento malo”. Nos cuenta como un día estando en misa, comenzó a sentirse mal, sus manos comenzaron a temblar agitadamente y la mujer que estaba junto a ella en el banco la agarró cariñosamente las manos reconfortándola, trasmitiendo su paz. También en el Centro de Salud, han ido aprendiendo sobre el párkinson para poder ayudar a Conchi. La dificultad de acceso a recursos y terapias en el pueblo, aún en más tiempos de pandemia, han contribuido a que los profesionales se hayan reinventado, convirtiéndose casi en asesores socio-sanitarios. Conchi, ha podido encontrar en ellos un verdadero apoyo. Hasta hace muy poco, Conchi era los que suelen llamar “analfabetos digitales”, pero es una mujer tan curiosa, tan motivada, tan valiente, tan positiva, que ha dado, ni sé cómo, con “Con P de Parkinson”, y nos sigue y participa en todas las campañas y actividades que lanzamos por redes sociales. En menos de un mes, se ha convertido en una experta en videollamadas y reuniones a través de plataformas virtuales. Y ya es parte de nosotras. Así hemos conocido a Conchi y nos da cada día un ejemplo de vitalidad, enviándonos mensajes positivos, dando gracias por habernos conocido, empujándonos a continuar y mostrándonos esa sonrisa infinita suya que reconforta siempre. Su próximo proyecto es regresar a Fátima, donde viajó en su juventud y recuerda con mucho cariño. No sabe cómo logrará ir, pero estamos seguras no faltarán voluntarios para ayudarla a cumplir este sueño, porque esta mujer desprende alegría y AMOR por la vida. Gracias Conchi, por enseñarnos a continuar con ACTITUD P
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