Si tienes Párkinson, ya sabes que tienes que alimentarte de manera que protejas la salud de tu intestino y la de tu cerebro.

No se trata de probar dietas raras, ni de apostar por restricciones calóricas extrañas, ni de ponerles nombres rocambolescos a tus hábitos alimentarios. Es tan sencillo como comer comida de verdad, de manera variada y procurando que cada comida tengan al menos uno de cada uno de los 4 grupos de ingredientes que vamos a ver a continuación.

¿De qué realidades hay que ser consciente primero?

Para saber qué ingredientes hay que tener en el radar, primero tienes que ser consciente de algunas cosas que le suceden a nuestros dos cerebros cuando tenemos Párkinson:

  1. La neuroinflamación es uno de los factores de patogénesis más importantes en el Párkinson. O dicho de una manera más sencilla: se sabe que la neuroinflamación tiene un papel determinante en el inicio de la enfermedad.
  1. Muy a menudo también sufrimos inflamación intestinal. Esto no es casualidad: simplemente es la consecuencia de lo que sucede en el primer cerebro. El cerebro y el intestino se reflejan mutuamente. El estreñimiento típico del Párkinson, las digestiones más lentas de lo normal y otros factores como el consumo de ingredientes inflamatorios en la dieta contribuyen a que nuestros intestinos se inflamen y haya malestar.
  1. El estrés oxidativo es un proceso que contribuye enormemente a la cascada de acontecimientos que desembocan en la muerte de nuestras neuronas dopaminérgicas. Esta oxidación está involucrada en numerosos procesos de la neurodegeneración, tales como la disfunción mitocondrial, la neuroinflamación y otros, no se sabe muy bien si como causa o consecuencia.
  1. La disfunción mitocondrial se halla en el centro de la enfermedad. Explicado de una manera muy simple, la mitocondria actúa como centro de energía de la célula. Es una membrana que la recubre y delimita, la protege y sintetiza ATP usando carburantes metabólicos (como la glucosa, los ácidos grasos y los aminoácidos), convirtiéndola en la energía que la célula necesita para vivir. En el Párkinson, la mitocondria empieza a funcionar mal –probablemente en relación con la neuroinflamación y el estrés oxidativo–, y la neurona se queda sin energía y termina muriendo.
  1. El cerebro humano está compuesto principalmente de grasa. Las grasas buenas son, de hecho, las que hicieron posible el crecimiento evolutivo del cerebro humano. Esto se debe a que la grasa es una excelente conductora de los impulsos nerviosos, y dado que tenemos cientos de miles de rutas neuronales en el cerebro, es crítica la velocidad de interconexión en toda la red neuronal. Las grasas buenas (omega 3, como el EPA y el DHA) hacen flexibles a las membranas; en cambio las grasas malas (grasas saturadas y procesadas) aportan rigidez a las células, rigidez que dificulta la interconexión neuronal y, por ende, la eficiencia: nuestro cerebro se vuelve lento, las conexiones no son fluidas y, al final, nos hace menos inteligentes. Por cierto, ¿te suena lo de la flexibilidad y la rigidez, o lo de la lentitud y la rapidez? Somos exactamente lo que comemos.

Por otro lado, las grasas buenas también tienen un papel fundamental en el sistema digestivo: sin grasas buenas es imposible evacuar bien. Sin grasas, las paredes del intestino se secan y se rompen, y las heces no se eliminan con facilidad.

  1. Nuestro hígado es importantísimo y no lo cuidamos lo suficiente, tengamos Párkinson o no. El hígado es el principal órgano detoxificante del cuerpo: si no funciona bien, las toxinas y los excedentes hormonales (sexuales –estrógenos y testosterona– y del estrés –cortisol, adrenalina, noradrenalina e histamina–) no se eliminan adecuadamente y se van acumulando en nuestro cuerpo, causando estragos. Por un lado, si las paredes de nuestro intestino no están convenientemente protegidas por una microbiota saludable, se vuelven permeables, vuelven a absorber parte de las toxinas eliminadas por las heces, y el hígado se puede acabar saturando. En la barrera hematoencefálica del cerebro pasa exactamente lo mismo. Por otro lado, al tomar medicación crónica nuestro hígado trabaja y sufre más. Y en tercer lugar, si el hígado está saturado, elimina peor hormonas como los estrógenos, provocando una peor metabolización de la medicación. Hay que contribuir a depurarlo.

Grupos de ingredientes imprescindibles para un parkinsoniano

Ingredientes antiinflamatorios

Estos ingredientes contribuyen a contrarrestar la peligrosa neuroinflamación, pero también la inflamación en todo el cuerpo.

Ingredientes antioxidantes

Contribuyen a contrarrestar la acción de los radicales libres generados a raíz del estrés oxidativo.

Ingredientes para la protección mitocondrial

Hay ingredientes que aportan nutrientes que protegen a nuestras mitocondrias. En especial, las vitaminas del grupo B son críticas para el sistema nervioso.

Coenzima Q10 + ácido alfa-lipoico:
Magnesio y vitaminas del grupo B:
  1. B1 (Tiamina): Vegetales de hoja verde, atún, cerdo, lentejas
  2. B2 (Rivoflavina): Vegetales de hoja verde, huevos, pollo, pescado, lácteos
  3. B3 (Niacina): pollo, salmón, champiñones
  4. B6: plátano, espinacas, kale, atún, patatas, ajo, aguacates
  5. B9 (ácido fólico): vegetales de hoja verde, espárragos, hígado
  6. B12: hígado, gambas, camarones, carne roja, alga kombu
Creatina y Carnitina

Grasas buenas

Las grasas buenas contribuyen al buen funcionamiento de nuestro cerebro y a la rapidez de nuestras conexiones neuronales, a la flexibilidad de las membranas y a prevenir el deterioro cognitivo. Lo mismo ocurre en el intestino. Además también son fundamentales para el buen funcionamiento hormonal, tanto sexual como del estrés.

Y tú, ¿ya tienes estos ingredientes en tu cocina? No te olvides de incorporarlos a tu dieta, sobre todo si tienes Párkinson.

Imágenes | Unsplash.

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